miércoles, 11 de enero de 2012

El estudio del pintor


Después de un tiempo haciéndome la valiente para llamar a Manuel Colmenero y poder visitar su taller, al fin ayer realizamos la visita. Además de tener el privilegio de acompañar a su padre, Manolo Colmenero, nuestro abuelo del 15-M que me pidió permiso para acompañarme al taller de su hijo, porque desde que le caducó el carnet de conducir, hace un par de meses, dispone de menos independencia debido a los achaques de la edad.

Nunca me he desprendido de cierta inquietud artística que me acompaña desde los 6 años aproximadamente, desde que mi padrino me regaló las primeras acuarelas, pero aunque tengo la voluntad, reconozco que carezco de talento, en fin, nadie es perfecto.

El taller es un espacio amplio (nada que ver con las buhardillas de Montmatre en París) y muy luminoso. Comparte el espacio con otros pintores y han tardado tres años en encontrar su rincón allí. El recinto, fue una fábrica y se han inventado la forma de calentar un espacio frío, reciclando. La chimenea está hecha de desechos y la leña son palés que retiran las fábricas de al rededor. Lo sorprendente es que es un pequeño hogar, con diferentes espacios y ¡hasta una mesa de pin pon! como los altos ejecutivos, supongo que los pintores también necesitan despejarse.

Cada uno de los tres que comparten ese espacio, tienen estilos muy diferentes, con lo cual, beben, comen, se alimentan de cosas muy diferentes, que comparten y que sirven de aperitivo para un nuevo aprendizaje.

Cuando comenzó a enseñarnos y explicarnos un poco la trayectoria de su obra, me sorprendieron los carboncillos, el óleo, es el óleo y Manolo ya se ha convertido en un experto en la materia, consigue la luz y la profundidad que se propone incluso en los ejercicios del momento, en la pintura rápida, en el apunte. Pero sus carboncillos... son en tabla, nada de papel y ha conseguido personalizar la técnica llegando a lijar pequeños trozos para descubrirnos el material que hay detrás. Tiene de todos los tamaños, empezó por los más pequeños y terminó con una tabla cuadrada de 2x2 que parecía una Arcadia Perdida de la antigua Grecia, pero que en realidad era un paraje de la zona, a 50 metros del taller. ¡Precioso!

Hubo un paisaje, de la carretera de Bonete que me guiñó un ojo, así que no pude evitar preguntar el precio y ¡claro! le he pedido que me lo guarde, se lo pagaré en varias veces, pero la atmósfera, el espacio y la distribución de los elementos además de los materiales, tan humildes que los puedes fabricar tú mismo, una tabla de madera y un carbón...ufff .

Me dijo que podía llevármelo y que ya se lo pagaría, pero aún no he decidido donde voy a colocarlo, si en el salón para compartirlo con todo el mundo o en la habitación para disfrutarlo en la intimidad.

Ha sido una auténtica experiencia.

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