jueves, 20 de octubre de 2016

Islas


Me asomo a la ventana y sólo veo islas. Personas que pasean sonámbulos un animal al que llevan atado del cuello y miran una pantalla de la que sale un cable que llega a unos cascos que les tapan los oídos.
Mientras, la experiencia directa, la realidad de primer nivel, lo espontáneo que yo busco a través de la ventana, eso... ya ha pasado de moda. El peligro, la incomodidad, el esfuerzo de conocer al otro, al distinto, al diferente, al de enfrente, ese que no eres tú... ya ha pasado de moda.
Podemos hablar de lo que sea, filosofía, economía, matemáticas, lo importante es que se haga de forma brillante, frente a un público que al escuchar, se olvida de leer y al viajar en las palabras del erudito, se aleja de la búsqueda de significado en las palabras impresas.
Hoy, ayer, hace cinco años, diez, veinte...nos abandonamos al consumismo. Existe todo un sistema gestionado por multinacionales de poder financiero, centrado en el consumo, los medios de comunicación y el entretenimiento. Esta cultura de masas no es en absoluto marginal, ya que la política, la economía y hasta la guerra se hacen a través de esta cultura de masas, es decir, gobernando los gustos, los consumos, los placeres, los deseos, las diversiones, las pasiones e incluso el modo de imaginar de la gente. Y todo esto degrada a los hombres sin atormentarlos, no les hace sufrir, incluso les da la impresión de que están mejor.
En un momento concreto perdimos la espiritualidad, pues hoy hablar de espíritu ya no nos dice nada. Y ese trastorno que todos vivimos día a día, no procede de una fuente concreta, por lo que no sabemos siquiera dónde buscar sus raíces.
En cuanto a la infantilización, parece que estamos obligados a divertirnos y todo el tiempo libre se convierte en tiempo ocupado y así articulamos nuestra vida en torno a lo divertido, a lo joven, a lo carnavalesco. Todos los puentes nos tomamos vacaciones, nos marchamos, nos esparcimos, desaparecemos del mundo conocido para presenciarnos en un lugar donde nadie nos conoce. ¿Descansamos? No. En todas partes hay televisores, teléfonos móviles, Wi-Fi, videojuegos... Entonces ¿desconectamos? ¿nos desenchufamos? la respuesta sigue siendo no.
Al final, simular, emular, mirar por la ventana, nos aleja de vivir, de reaccionar, de intentar las cosas seriamente. Ya no entramos dentro de las personas, ya no nos damos de bruces con ellas, ya no nos analizamos en profundidad; es mucho mejor contemplarlos desde la distancia, como yo aquí, desde mi ventana. Eso me garantiza la experiencia, pero me ahorra la mancha o la herida. Y sin embargo, continúo expuesta, sin intimidad, sin soledad, sin reserva o invisibilidad. El mundo está lleno de islas, islas de hielo en un planeta cada vez más caliente.