Cuando ya llevaba treinta días allí
supe que nadie iría a rescatarme.
Aún así esperé cartas, postales,
señales de humo, visitas, whatsapp.
De tanto esperar, dejé de esperarte
y en ese momento apareció Él
de entre la niebla, descalzo,
un ser que llegaba de otro mundo.
Ahora cada vez que hay niebla
creo que se va a dibujar su silueta
en el fondo, de repente y sin zapatos,
mientras yo me adentro hacia ella,
en un fallido intento por desaparecer.
A veces, recuerdo la excitante imagen
de tus pies desnudos, conduciendo un coche.
En una noche de verano, soñando
con la música a la que nos acercamos.
Entonces ya no quiero desaparecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario