No hay nada que decir sobre una
muerte injusta, nada en absoluto, como vamos a ver enseguida:
“De la rama de un olivo, había
suspendida una pequeña crisálida de color esmeralda, mañana ella sería una
hermosa mariposa liberada de su capullo. El árbol se alegraba de ver crecer a
su crisálida, pero en secreto, habría preferido conservarla unos años más, con
tal de que se acordara de mi la habría protegido del viento, la habría salvado
de las hormigas, mañana, sin embargo, ella le abandonaría para afrontar sola
los predadores y la intemperie. Aquella noche, un gran incendio asoló el bosque
y la crisálida nunca se convirtió en mariposa. Por la mañana, apagado el
incendio el árbol aún se mantenía en pie, pero con el corazón carbonizado,
corroído por las llamas, corroído por el luto, desde entonces, cuando un pájaro
se apoya en el olivo, el árbol le habla de la crisálida que nunca despertó; la
imagina con las alas desplegadas, ondeando en el azul del cielo azul, ebria de
azúcar y de libertad, testigo privilegiada de nuestras historias de amor.”
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