Lo primero que aconteció al
llegar al pueblo, acompañada de mis amigas fue asistir al cumpleaños de uno de
los ausentes. Ismael no se ha ido, no se ha muerto del todo, porque su hermana
se va a encargar de ello. Todos sus amigos, algunos de ellos músicos, prepararon
el concierto en “El suburbia”, un local nuevo en el que parecía que estábamos
en otra ciudad, en una más grande, rodeadas de conocidos que parecían
desconocidos por el tiempo que hemos estado sin vernos y también nuevas caras
de gente más joven, que está llena de inquietudes, como Oli, una joven
Undergroun que no paró de hacer fotos con una réflex instantánea y que
inmortalizó el momento…todo para subirlo a la página del Isma, porque no nos
creemos nadie que no lo vamos a volver a ver.
Así que salimos de allí llenos de
regalos, llenos de abrazos, llenos de sonrisas, en una fiesta donde nos
encontramos los vivos y los muertos, los muertos vivientes y los que viven a
muerte cada uno de los días. Porque de eso se trata al final del todo, de vivir
cada día, de las ganas que le pongas, de la vida de hoy…y yo, que regresé
perdida, odiosa, mentirosa y enfadada conmigo misma y por extensión con el
mundo, ahora no se me ocurren motivos para estar triste.
Todos los días voy con “mi camella” al parque
y allí corro durante media hora, solo llevo aquí una semana y ya coincido con
una chica para correr, al principio solo nos sonreíamos, luego nos saludábamos
y hemos hablado hoy para salir juntas cada día…Va a llevar razón Antonio, no he
nacido para estar sola, ni queriendo .
Además he vuelto a salir de
marcha…la primera duró dos días y es que ya lo dicen nuestros padres, cuando
nos juntamos Bea y yo no vemos el momento de irnos a casa, y menos en esta
ocasión donde teníamos tanto que contarnos, tanto que compartir, tanto silencio
que compensar. Nos hemos hecho mayores, afortunadamente, y fuertes, porque nos
han pasado cosas, porque nos hemos expuesto a la vida y nos ha herido y nos
estamos curando. Pero es reconfortante encontrarte de nuevo rodeada por esa
familia que has elegido con el tiempo y ver que permanece la esencia, que nos
miramos y nos reconocemos sin necesidad de palabras.
He preparado comidas, cenas e
incluso algún desayuno en mi nueva residencia y lo mejor es que también he
comido cenado y desayunado fuera de casa en más de una ocasión; de nuevo hoy
estoy invitada a tomar un aperitivo que intuyo se convertirá en comida y
terminaré con mis amigas para preparar la cena de disfraces y el entierro de la
sardina.
Entre tanto, ya tengo el carnet
de la biblioteca, me he apuntado a teatro para el cuatrimestre que viene, he
comenzado a leer documentos para ponerme al día con la tesis, he contactado con
los chicos del 15M de aquí y he restaurado una bicicleta de los años 50. Creo
que me estoy encontrando.
Las peores pérdidas no son las de
los que mueren, sino las de los que viven y es como si hubieran muerto. Pero
como a mí me gustan las palabras y la literatura es mi medicina en todos los
momentos duros de mi vida, seguiré lanzando botellas al mar, por si llegan a
esas islas donde mis queridos desaparecidos han decidido acampar…no se sabe por
cuánto tiempo.
1 comentario:
No sabes lo que me reconforta leerte. No sabes el alivio que me producen tus palabras.
No tengo nada que decirte.
Sólo mandarte una sonrisa.
De oreja a oreja.
Te quiero.
M.
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