Algunas veces quedarse es otra
forma de no estar, ahora lo que toca es respirar, para poder seguir adelante,
para encontrar los colores y olores que Friederich recopila para cuando llegue
el invierno.
Y el invierno ha llegado.
Así que aquí tengo que mencionar
a otros ratones a parte de Frederich que es nuestro ratón preferido; los que
están en Mercurio. ¿Cómo un planeta que se encuentra tan cerca del sol puede
ser tan frío? Y ¿cómo es posible que los ratones coloraos, los ratoncitos
comunes y las musarañas hayan invadido ese planeta y no paren de hacerle
cosquillas? ¡Con lo peligroso que es Mercurio! Pues sí, Olé por esos ratones,
ojalá le hagan tantas cosquillas que no pueda parar de reír y llorar de
alegría.
Encontramos algunos tesoros en
nuestro camino; alguien pudiera pensar que los ratones no lo son, pero las
musarañas, como el colibrí, viven tan poco porque viven intensamente, no paran
de inspeccionar un espacio pequeñito como si fuese toda una constelación y buscan
sin parar el alimento que necesitan para seguir con esa actividad.
Los ratoncitos comunes a veces se
convierten en conductores de carruaje para que la princesa llegue al baile del
castillo, aunque con la condición de regresar antes de la media noche; y aquí y
allá, algunos otros reparan el calzado del viejo zapatero durante toda la
noche, para que cuando llegue el día pueda recuperar algo de lo invertido en
todos los parches que ha puesto en su vida. Y algunos otros que viven en
librerías y se alimentan de conocimientos como Firmín, que finalmente fue
tachado de bicho raro y milagrosamente salvado de la muerte, consiguió hacerse
amigo del librero.
Y luego están los ratones
coloraos, que son listísimos, obligados a buscarse la vida en las condiciones
más espantosas, inteligencias excepcionales que se ríen hasta cuando están
durmiendo, que no se toman nada en serio o todo les afecta hasta el remiedo al
extremo.
Así que algunos viven
intensamente, otros inventan un mundo mejor y los últimos viven más para fuera
que para dentro; pero entre todos, van a hacerle tantas cosquillas a Mercurio,
que lo harán menos peligroso, menos destructivo y más benevolente.
Y el invierno ha llegado.
Ha llegado hace tan solo dos
días, acompañado de un fin del mundo tal y como lo conocíamos y del nacimiento de este nuevo
mundo, que puede ser como nosotros queramos. No es tan frío como otros años,
pero hoy hay niebla y parece que la atmósfera húmeda transforma los
pensamientos tras varios días sin dormir, recuperando algún tiempo, disfrutando
de los homenajes de vivos y muertos y bailando hasta la saciedad una música del
infierno acompañada de gigantes estatuas de ébano; todo ello bañado en tanto
vino que ya no estoy muy segura de según qué cosas.
Por eso llevo en mi cartera una
tortuga que me recuerda que no hay que tener prisa por que sucedan las cosas,
una mariposa accidentada, pero que está a punto de recuperarse y echar a volar
y una lima…porque nunca se sabe.
1 comentario:
También está ese ratoncito que se lleva tus dientes a cambio de regalos, Pérez, creo que se llama.
En cuanto a la tortuga de tu bolso, sólo decirte que me parece una decisión muy sabia. Tiempo al tiempo, dicen.
La mariposa estoy segura de que se recuperará y que tú echarás a volar con ella, porque al fin y al cabo, para eso tienes las alitas. Estate atenta para que no te las corten, Macarena... que si te quitan las alitas a ti, es como si te quitaran uno de tus cinco sentidos.
Besazos.
M.
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