martes, 10 de marzo de 2009

Para Antonio. Él sabe por qué.

Otoño: Pasenov o el romanticismo

En el rumor de las hojas, se escuchaba la voz de septiembre. porque ya no era el susurro claro y suave del follaje primaveral, y tampoco era ya el sonido del verano: si en verano los árboles susurran simplemente, podríamos decir que sin matices, en los primeros días de otoño se mezcla a éste susurro una argentada agudeza metálica, como si un sonido amplio y unitario debiera disolverse en distintas vetas.
Cuando empieza el otoño, las hojas del mediodía son muy silenciosas: el sol arde todavía veraniego y cuando, procedente de no se sabe dónde, se filtra a través del ramaje una brisa más leve y más fresca, parece que se expande en el aire un hálito primaveral.Las hojas que caen desde la copa del árbol sobre la tosca mesa de la hostería, no están aún amarillas, pero son frágiles y quebradizas pese a su verdor, y el resplandor del sol veraniego, parece entonces doblemente precioso. La barca del pescador yace en el agua con la proa contra la corriente: el agua se desliza sin olas, como si le empujaran en forma de grandes tablas. Éstos días de otoño, carecen de la somnolencia de los mediodías de verano, por todas partes se expande una suave y expectante quietud.

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