Puede pensarse que jamás una serie de preguntas conduce a una conclusión; todas las series de preguntas ontológicas poseen evidentemente esta característica: el problema de la materia, que va de un conocimiento fundamental a otro, de la sustancia originaria al átomo, del átomo al electrón, del electrón al quantum de energía, y desemboca una vez y otra y siempre en un punto muerto provisional, constituye un buen ejemplo de esta infinita serie de preguntas.
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