jueves, 12 de marzo de 2009

Alberto

llegó a casa con las manos huecas y pegadas al pecho y cuando las abrió, apareció acunado un pajarito moribundo, con un ala rota y tan pequeño, que solo estaba cubierto por plumón.
Jamás podré olvidar esa imagen. Y desde ese día, ha traido a casa todos los pajaritos que encuentra heridos, aún sabiendo que el pronto final será la muerte.

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