lunes, 12 de agosto de 2013

De Madrid a Oviedo


Los verdes de Pisarro, los marrones de Dalí, los azules de Picaso y los grises de todas esas películas en blanco y negro que hemos visto por casualidad o porque nos tocaba hacer un examen el último año de carrera han estado presentes en ésta autopista hacia el cielo. Madrid.

Todo lo Kitsch en un solo hotel, en un único hotel donde Joselito apareció sin saber como, sin saber cuando y sin entender por qué, pero apagó un fuego en el mismo instante que otro fuego se producía a Kilómetros de distancia. Arévalo.

La niebla de Lobo-hombre de Boris Vian, el Popol Vul de Hispanoamérica, el medievo en Castilla, las cartas entre dos desconocidos que solo se conocen por medio de cartas...Una mexicana encantadora, con un proyecto vital y ganas de encontrar sus raíces, o sus tradiciones, o a sus tatarabuelos...con un proyecto de vida que comienza en Hungría, y en Francia, y en Andalucía, y en Míchigan y en México y que nos ha juntado en éste pueblo de libros donde no se debería hacer otra cosa que leer y parece que es lo que menos se hace. Urueña.

Una catedral con ganas de comunicar el cielo y la tierra, con una luz de ensueño que nos transporta al paraíso celestial descrito en las sagradas escrituras, con unas verduras a la plancha y un solomillo con roquefort que resucitan a un santo y con ganas de contribuir al bien, aún a sabiendas de que nos estén engañando, en un barrio húmedo más peligroso acompañado que en soledad y a unas horas donde todo parece haber sido colocado ahí para uno. León.

Niebla, lluvia, bajada de temperaturas, aceleración del corazón, puerto de montaña lleno de prados invisibles donde nos preguntamos de qué vivirá exactamente la gente que vive allí. Qué comerán, qué beberán y a que dedicarán tantas horas incomunicados y casi que mejor estar solo en tu casa en mitad del prado que junto a la carretera en un lugar donde solo hay siete o doce casas, grises por los coches que dejan atrás sus humos de gasolina. Puerto de Pajares.

Y por fin, el lugar donde nos encontramos en un abrazo frío de bronce y de hierro, la Mezquita donde terminamos, el salmorejo y los flamenquines para confundir a los curiosos y mi amiga, que me hizo dudar hasta el último segundo si era allí dónde nos habíamos conocido o tal vez un poquito más arriba. Oviedo.

Al final subimos...Con Santa María del Naranco y San Miguel de Lillo, al final divisamos la costa y al final bajamos, de golpe, seguido, sin prisa pero sin pausa, a la Mancha donde concluía la farsa, la comedia, la obra, el Festival de teatro. Almagro.

Qué concentrado, cuántos olores, cuántos matices, cuántos recuerdos. Algunas veces sí se puede viajar con los amigos. Y reencontrarlos.

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