miércoles, 9 de abril de 2014

Santo Domingo de los Colorados

 
Llevas razón; debo pararme en estas primeras impresiones para no olvidar nada, o al menos para recordarlo cuando los ánimos flaqueen. La llegada a Bogotá fue espectacular, tras 10 horas de vuelo en el que leí, vi dos películas, escuché música y dormí, llegué a la capital de Colombia con la impresión de que ese país es de un color verde de un cuento y en el tránsito, largo y aburrido,  tuve oportunidad de conectarme a la red del aeropuerto y charlar y tranquilizar a la familia. Allí apareció una monjita que también viajaba a Quito, Wylma, y me regaló la imagen de la fundadora de su orden y la biografía del papa Francisco. Lo cuento porque fue algo que me impresionó, me hizo los regalos y una propuesta laboral en Quito que me hizo entender lo difícil que iba a ser vivir por aquí, por como soy, por como me embriaga la generosidad y siempre me siento un poco en deuda con este tipo de cosas.
 
Llegué a Quito a las 21:15 hora ecuatoriana, y allí estaba Walter esperándome. Me explicó varios de los cambios acontecidos desde que Rafael Correa está gobernando y son cambios visibles, pero con distintas lecturas. Lo que es innegable es que en cuestión de infraestructuras, están invirtiendo y la carretera sinuosa que atraviesa una parte de los Andes está bastante mejorada, con lo que lo único que me apenó fue llegar de noche, ya que intuí un paisaje de bosque y montaña que tengo que ir a buscar cuando viaje a Quito el 18 de abril.
 
Llegué a las dos de la madrugada, completamente dormida al hotel Tiochi, uno de los mejores de Santo Domingo y me fui directamente a la cama, ya que el lunes a las 8.00 tenía que estar en el trabajo.
 
El café tradicional, la cena de arroz con pollo, el zumo de tomate de árbol, el de tamarindo, el mango , la piña, la manzana y la sandía para el desayuno, son sabrosíiiiiiiiiisimas.
 
Mañana dejo el hotel para irme a vivir con una compañera, pero no quería dejar de compartir las vistas y los colores, ya que el resto de la ciudad es más gris, por las lluvias de esta estación. Todas las tardes llueve antes de anochecer y todas las mañanas llueve antes de amanecer, incluso al medio día llueve torrencialmente, justo a las cuatro, que es la hora en que terminamos de trabajar. Y todas las mañanas se hace de día de repente y todas las noches se hace la oscuridad de golpe.
 
El trabajo es un sueño, a veces tengo ganas de pedirle a alguien que me pellizque, porque no se si lo estoy soñando. Todas las propuestas pedagógicas que siempre hemos defendido como ideales pero que nunca nos han dejado llevar a la práctica porque no hay un consenso en el centro, ni en la ciudad, ni en la comunidad, ni en el estado, aquí se obvia lo personal y se trabaja con una filosofía y unos principios comunes. Los alumnos son el futuro y debemos apostar por un futuro mejor , aprovechando el potencial, corrigiendo conductas de riesgo y ayudando al crecimiento personal.
 
Cada profesor es de un lugar diferente, con experiencias diferentes, costumbres distintas y con su propia visión de la educación; esa visión personal es la que hay que dejar a un lado para ser un equipo y caminar todos en la misma dirección.
 
Aún no he tenido tiempo de disfrutar la ciudad o de pasear por sus parques, espero que hoy sea el día propicio, pero entre documentos, tarjetas, teléfonos, fotocopias y compras básicas, me atrapa de golpe la noche y cuando aquí son las ocho, allá son las tres de la madrugada.

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