Creemos conocer a quienes amamos.
Creemos conocerlos. Y amarlos. Pero lo que amamos resulta ser una mala
traducción, hecha por nosotros, de un idioma que apenas dominamos.
Porque la persona amada existe
solo en fragmentos, una docena si el idilio está en sus inicios, un millar si
llevamos tiempo compartiendo juntos; y con esos fragmentos, nuestro corazón
construye una persona entera. Lo que cada uno crea es lo que deseamos que sea
el otro, pues lo que falta, lo suple nuestra imaginación.
Y desde luego, cuanto menos lo conocemos, más lo queremos. Por eso siempre recordamos aquella primera noche de éxtasis, en la que todavía era un desconocido, y por eso aquel éxtasis únicamente vuelve cuando él muere.
Y desde luego, cuanto menos lo conocemos, más lo queremos. Por eso siempre recordamos aquella primera noche de éxtasis, en la que todavía era un desconocido, y por eso aquel éxtasis únicamente vuelve cuando él muere.
Que extraordinaria habilidad
tenemos para ocultarnos cosas a nosotros mismos… Para continuar con nuestras
rutinas… Para fingir que no pasa nada… Y pasan tantas cosas…que pasa la vida.
Quizá el amor sea una locura menor. E igual que la locura, es insoportable en soledad. Solo puede curarnos una persona, que es, desde luego, la única a quien no podemos acudir: la persona amada.
Por eso buscamos aliados, incluso entre los desconocidos, enfermos como nosotros que, si bien ignoran la magnitud de nuestro dolor personal, han sentido algo que les ha dejado una herida casi tan profunda.
O quizá lo que tiene esa persona no sea lo que quieres admitir. Porque seguro que quiere a alguien. Solo que, sencillamente, ese alguien, no eres tú.
Quizá el amor sea una locura menor. E igual que la locura, es insoportable en soledad. Solo puede curarnos una persona, que es, desde luego, la única a quien no podemos acudir: la persona amada.
Por eso buscamos aliados, incluso entre los desconocidos, enfermos como nosotros que, si bien ignoran la magnitud de nuestro dolor personal, han sentido algo que les ha dejado una herida casi tan profunda.
O quizá lo que tiene esa persona no sea lo que quieres admitir. Porque seguro que quiere a alguien. Solo que, sencillamente, ese alguien, no eres tú.