martes, 29 de octubre de 2013

Pasa la vida.


Creemos conocer a quienes amamos. Creemos conocerlos. Y amarlos. Pero lo que amamos resulta ser una mala traducción, hecha por nosotros, de un idioma que apenas dominamos.

Porque la persona amada existe solo en fragmentos, una docena si el idilio está en sus inicios, un millar si llevamos tiempo compartiendo juntos; y con esos fragmentos, nuestro corazón construye una persona entera. Lo que cada uno crea es lo que deseamos que sea el otro, pues lo que falta, lo suple nuestra imaginación.

Y desde luego, cuanto menos lo conocemos, más lo queremos. Por eso siempre recordamos aquella primera noche de éxtasis, en la que todavía era un desconocido, y por eso aquel éxtasis únicamente vuelve cuando él muere.

Que extraordinaria habilidad tenemos para ocultarnos cosas a nosotros mismos… Para continuar con nuestras rutinas… Para fingir que no pasa nada… Y pasan tantas cosas…que pasa la vida.

Quizá el amor sea una locura menor. E igual que la locura, es insoportable en soledad. Solo puede curarnos una persona, que es, desde luego, la única a quien no podemos acudir: la persona amada.

Por eso buscamos aliados, incluso entre los desconocidos, enfermos como nosotros que, si bien ignoran la magnitud de nuestro dolor personal, han sentido algo que les ha dejado una herida casi tan profunda.

O quizá lo que tiene esa persona no sea lo que quieres admitir. Porque seguro que quiere a alguien. Solo que, sencillamente, ese alguien, no eres tú.


No hay comentarios: