miércoles, 1 de junio de 2016

Donde me llevas.


Si el tiempo es algo relativo, desde que tú no estás, aún lo es más. Continúo sin creerlo.
Hace tres años que todo se colorea así, como en ese cuadro de Jeremy Geddes, con una paz atemporal donde la muerte cae de mis manos para que agarre la vida, sin gravedad, sin asideros, sin planes. ¿A quién le voy a contar ahora mis locuras? ¿quién va a entender que sigo queriendo viajar? ¿quién querrá soplarme en esos vuelos? ¿quién, recibir mis postales?
Cuando nos reunimos todos para lanzarte al espacio, nunca imaginamos tanto vacío. Hasta que de repente comenzamos a experimentar unas sensaciones tan profundas que nos dejan sin receptor. Eres el mayor canal de comunicación y todos lo aprovechamos a diario, pero nos une tu ausencia a la vez que nos separa.
Y a veces, me tengo que poner la escafandra para volver a respirarte, y otras, sin saber por qué, me quedo sin aire y todo se vuelve borroso. Pero siempre estás tú, encendiendo mis horizontes. Gracias.
Por hacernos más fuertes desde tu respeto continuo, por querernos incondicionalmente, por amar sin límites renunciando a tu propia vida, por el sacrificio, pero sobre todo, por la satisfacción de poder formar parte de ti. Antes, ahora y siempre.
Gracias mamá, por poseerme y dejar que sea más libre que en ningún momento de mi intensa vida.

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